Tras revisar diferentes artículos, estudios y publicaciones, esto es lo que os puedo contar a modo de resumen sobre como nos afectaría psicológicamente un segundo confinamiento.
Sensación de angustia y desesperanza, crisis vitales, reactivación de traumas, comportamientos fóbicos y problemas de pareja podrían resurgir en un segundo encierro, según diferentes psicólogos entre los que me incluyo.
Las vacaciones están siendo para muchos una vía de escape de situaciones derivadas del confinamiento en las que se han vivido momentos de angustia, estrés, miedo, tristeza e incertidumbre.
Desde la Psicología se ha podido ver cómo conductas obsesivas, fobias o trastornos psicológicos temporales han afectado en mayor o menor medida a la población, con o sin sintomatología previa, y es importante advertir que un posible segundo confinamiento podría abrir de nuevo secuelas aún no curadas, pudiendo ser mucho más dañino para la salud mental que el primero.
La población española está preocupada por su salud económica, y también mental. Tras el confinamiento, los problemas psicológicos que más planteaban los españoles a nivel psicológico eran estados de hipocondría y comportamientos compulsivos, aprehensiones, obsesiones y miedos, pero, sobre todo, su estado de agotamiento físico y psicológico.
Enfrentarse por primera vez a una situación en la que se experimenta tanta falta de control en tantos ámbitos pone a la población en una situación de incertidumbre continuada que deriva en una angustia y desesperanza muy difíciles de manejar. En este sentido, una buena gestión del agotamiento mental y de la incertidumbre, serían claves para afrontar la nueva implementación de medidas restrictivas o un posible segundo confinamiento.
La resiliencia se ha quedado «tocada». La sociedad se ha enfrentado a un descontrol emocional que se ha visto aliviado con el desconfinamiento y las vacaciones, un nuevo aire, una vuelta a antiguas rutinas y más encuentros sociales que permiten sentir vestigios de un estado pre-covid. Sin embargo, con la llegada de los rebrotes, la vuelta de las restricciones y los confinamientos parciales, las alarmas están volviendo a saltar.
La población se encuentra actualmente con problemas para regular sus emociones, intentando devolver normalidad a sus vidas, y un hipotético nuevo confinamiento, agravaría la salud mental rápidamente. Los efectos que sufrimos todos de forma progresiva durante el primer confinamiento surgirían más rápido y más fuertes. Nuestra resiliencia estaría afectada por la fatiga provocada por la primera desregularización emocional.
Lo que hemos vivido… Durante el confinamiento hemos tenido que hacer frente a muchos cambios en nuestras vidas. En las consultas psicológicas, se han observado sobre todo las siguientes situaciones:
· Reactivación de traumas. Personas que manifiestan ansiedad y sensación de reviviscencia de situaciones traumáticas sufridas en el pasado, casi siempre durante la niñez y adolescencia. La pandemia les hace experimentar una sensación de indefensión, falta de control o imposibilidad de defenderse de una amenaza real.
· Crisis vitales. Adultos con trastornos de ansiedad agudizados por el confinamiento, que cuestionan su estilo de vida y con motivación hacia el cambio en sus relaciones interpersonales, afectivas y su gestión y calidad del tiempo.
· Reacciones fóbicas y paranoides. Relacionadas con el miedo al contagio propio o de las personas a su cuidado, ante las que se reacciona con crisis obsesivo-compulsivas de limpieza, TOCs, conductas supersticiosas y trastornos del sueño (pesadillas e insomnio).
· Rupturas de pareja. Crisis emocionales agudas a raíz de rupturas en relaciones de pareja, en donde predomina la incapacidad de asumir la realidad de la situación, una dependencia emocional, baja autoestima y sensación de abandono insoportable.
· Padres y niños inmersos en divorcios conflictivos. Normalmente dada en parejas con una previa mala comunicación. El confinamiento agudiza su incapacidad de adaptación y de flexibilización de los acuerdos relativos a régimen de visitas o comunicación con los hijos, lo que deriva en un aumento grave de la conflictividad y tendencia a la judicialización, afectando a los niños y adolescentes implicados, que desarrollan crisis de ansiedad y sintomatología psicosomática.
· Descontrol laboral y personal. La incertidumbre en cuanto a la situación laboral lleva a una continua sensación de inseguridad y vulnerabilidad con respecto a la situación económica, que deriva en sintomatología ansioso depresiva. Otra de las causas de estrés la provocó la necesidad de verse obligados a trabajar y atender a la familia a la vez, lo que repercutió en la calidad de las relaciones familiares.
Cómo aceptar y aplicar lo aprendido. No obstante, 7 de cada 10 de las personas que han recibido atención psicológica durante este periodo agradecen la situación y modo en que han podido vivir durante el confinamiento iniciado en marzo, aceptando las circunstancias y llevándolas de la mejor manera posible.
Nos hemos ido adaptando gradualmente a las circunstancias y todos pensamos que ahora podríamos aplicar mejor lo aprendido. Esta sería una serie de consejos para llevar psicológicamente mejor las nuevas restricciones que aparecen con los nuevos brotes acontecidos:
1. Organizarse el día de manera que se sepa siempre qué es lo que se va a hacer, para obtener sensación de control. Siempre con flexibilidad, si no da tiempo a terminar algo, ya lo terminaré mañana.
2. Intentar hacer cosas que hasta ahora no se podía por falta de tiempo. Ahora que se tiene, hay que disfrutarlo.
3. Mantenerse en contacto con la gente de nuestro alrededor.
4. Intentar conseguir un momento para hacer ejercicio físico, aunque sea dentro de casa.
5. Procurar que mantenerse informado no sea la única motivación del día.
6. Si se tiene hijos, intentar transmitirles tranquilidad y control, contando siempre la verdad si preguntan.
Por último, cabe recordar lo que la OMS recomienda para combatir los estados depresivos:
1. Hacer ejercicio aeróbico, en horas de luz solar, al menos 50 minutos al día.
2. Comer sano y, si es posible, dieta mediterránea.
3. Dormir, en horizontal, unas 8 horas más o menos.